jueves, 28 de junio de 2007

Panza llena, corazón contento?


¡Que lindo que te inviten a comer comida casera! Ir a la casa de algún amigo, o lo que es mejor, a la casa de alguna hermosa mujercilla, la cual, sabiendo nuestro punto débil, la comida, nos pide que asistamos a su casa, a disfrutar del placer de comer en casa ajena ¡que lindo es!.
Ahora, se dieron cuenta lo dificultoso que es cuando el que realiza la invitación es uno. Siempre pasa algo raro ¿o me lo van a negar? Siempre, siempre se te olvida un ingrediente y hay que salir “al humo”, como se dice, a conseguirlo. Se quema la salsa, o sale agria. ¿Cuántas veces se te habrá pasado la mano con la sal o la pimienta a la comida? Nunca, pero ese día se te pasó. Encima ese día seguro que te pasan un millón de cosas, y llegas tarde a cocinar, por lo tanto cuando llega el o la agasajada, a la comida le falta como una hora, un garrón! Ni hablar del lío que queda la casa cuando termina todo… un solo amontonamiento de platos, ollas, sartenes y demases cachivaches, que de solo mirarlo quitan las ganas de de limpiarlo y ordenarlo a cualquiera.
Por eso señores, yo opino que si nos reunimos, vamos a cenar a la casa de otro, o comemos pizza en la mía, conozco una muy buena pizzería cerca de casa… Los invito!

Su servidor Dionisio

martes, 5 de junio de 2007

El viajar es un placer


El otro día me tocó en “suerte”, realizar un viaje con bastantes horas encima. Todo aquel, que por diferentes motivos, tuvo que viajar muchas horas, durante mucho tiempo, sabe la tortura que es. Claro, que siempre están las excepciones, aquellos que se sientan dan o tres vueltitas y se duermen todo el viaje. Pero por lo general, aguantar el viaje es dificilísimo.
Ya dormir es difícil, estas en un asiento que cuando te lo venden en las ventanillas pareciera que te venden un sommier, y cuando lo ves es una cosita pequeñita, chiquita y dura; y encima seguro que el que te tocó está roto, y no “se hace cama”. Y pretenden que uno duerma en eso.
Ah! ¿Y la compañía? Uhhh un tema. Uno siempre sueña e imagina que va a viajar con una señorita hermosa y vas a lograr algo, sin embargo eso nunca pasa.Yo, por ejemplo, vivo para acompañar viejitas, pero no cualquier viejita. A mi me toca una raza especial de ancianas. Son especialmente rompe paciencias: “Hijito, ¿me ayudas a cargar mi bolsita en el maletero?”, “Hijito, ¿no me pasas mi bolsita?” (5 minutos después) “La subís de nuevo, gracias”. Lo peor es que según va pasando el tiempo, parece que se van acostumbrando a decirte que es lo que tienes que hacer, tanto que creo que ya piensan que uno es casi un “esclavo” suyo: “Bajame a comprar unas galletitas, por favor”, “Estas no me gustan, son muy dulces ¿me las cambias? Y a la vuelta ¿me traes un café?”
Y uno baja, maldiciendo a todos los Dioses y astros que se acomodan siempre para que no viajes tranquilo, y cada viejita es peor. Pero ¿que le vamos a decir?, y nos consuela decir que si esa fuera nuestra abuela nos gustaría que se la tratase bien. Pero, si esa fuera nuestra abuelita, la mandamos a freír papas, ¿que nos viene a mandar? ¿Quién se piensa que es?
Así, uno tiene que seguir siendo esclavos de los demás, atendiendo peticiones ajenas, descuidando requerimientos propios, porque mientras buscabas la “galletita menos dulce” se te estaba yendo el colectivo y no tuviste tiempo de comprarte algo para vos.
La semana que viene tengo que viajar de nuevo, espero me toque una linda señorita y logre algo, ya les estaré contando.
De todas maneras si deciden viajar, avisen y nos vamos juntos, ¡pero no me sienten a lado de la abuela!


Su servidor Dionisio