martes, 20 de octubre de 2009

Charla para tres


Desde hace un tiempo que me he convencido que la única manera de dejar el pasado atrás es saliendo, he intentando no estar solo, ya que uno termina extrañando lo vivido, no porque extrañe a la pareja sino porque lo que se extraña es el hecho de estar en pareja. Por lo que nada mejor que estar entre amigos.
El otro día fue el cumpleaños de un amigo, era lógico que todos los que nos consideramos cercanos a él estuviésemos allí.
Francisco tiene mi misma edad, solo nos llevamos unos meses, por lo que siempre hemos sido compañeros de salidas y de eternas noches. Todo hasta que hace un año comenzó a salir con Gabriela, una de las chicas del grupo.
Ella, con sus profundos ojos grises y unas curvas dignas de contemplar, siempre estuvo en la mirada de muchos de los chicos. A mi particularmente no me gustaba, no era de mi tipo. De hecho desde que la vi, me pareció medio narigona y le restó muchos puntos desde el principio. Sin embargo la Gaby tiene, además de un físico interesante, una simpatía única; no hay forma de encontrarla de mal humor o enojada por algo, siempre con una sonrisa o predispuesta a ello.
Desde que comenzaron a salir con el “Panchito”, como le decimos a Francisco, se distanciaron un poco de nosotros. Lógico, cuando te ponés de novio los primeros meses sólo tenés ojos y oídos para tu pareja. Con el tiempo, se comenzaron a reacoplar a la vida en sociedad, hasta el día de hoy en que salen en pareja con otros chicos y se suelen divertir mucho.
Sin embargo, yo hacía mucho tiempo que no sabía nada de ellos, así que cuando llegué para el cumple, a la casa de panchito, me desayuné con la noticia de que hacía dos meses que vivían juntos.
Obviamente que me alegró por ellos y se los hice saber, primero a los dos juntos, luego a la Gaby y mas tarde a Panchito. Cuando se lo dije a él noté algo raro, no se, como que escuchó mis felicitaciones pero casi por compromiso, como si en realidad no me hubiera escuchado, o como si no le interesaría escucharme en realidad.
Me pareció rarísimo, Panchito no era así, pero pensé que quizás era una huevada mía.
En la fiesta no estuvieron nunca juntos, ella cada tanto se me acercaba, me sacaba a bailar o algo, él en cambio, casi que ni habló en toda la noche, todo muy raro.
Yo por mi lado no hice mucho, traté de disfrutar con los otros chicos y cuando venía la Gaby (cada vez más en pedo) tratar de integrarla, como siempre lo hice.
Aún así, la situación me incomodaba un poco, así que decidí irme a casa medio temprano, saludé a todos mis amigos, me despedí de Gabriela y fui a saludar a Panchito.
El me acompañó hasta la puerta de su casa, y antes de que me vaya me dijo: “Mañana te llamo porque tenemos que hablar”.
No voy a negar que esas palabras me taladraron la cabeza lo que quedaba de noche y que me costó mucho trabajo conciliar el sueño, pero intenté mantener la calma, después de todo no sabía sobre qué me quería hablar.
Al día siguiente, alrededor de las 4 de la tarde, suena el celular; era él: “¿Estás en tu casa? En 10 minutos te paso a buscar en el auto”, me dijo.
No me dejó espacio ni siquiera a responder ni mucho menos a preguntar algo, me cortó así nomás; seco.
Puntual como siempre, 10 minutos más tarde pasó por la puerta del edificio. Yo ya estaba esperándolo abajo, listo.
Subí al auto y arrancamos.
Intenté cierto diálogo, pero él, serio e inmutable, me dijo: “Ahora cuando lleguemos hablamos”.
Así que ahí estaba, callado, confundido y hasta sorprendido por la situación, sin entender absolutamente nada de lo que sucedía con mi amigo y por qué me trataba así.
Salimos de la ciudad e hicimos un par de kilómetros por la ruta. De golpe detiene el auto en medio de la nada y me dice: “Bajate acá Dionisio”
La verdad es que cada vez entendía menos, pero accedí y me bajé. A los segundos se baja, pone la alarma del auto y me dice que lo siga.
Una vez más le hago caso y caminamos por el medio del campo un par de metros, hasta que, conforme con el lugar, dice: “Aquí está bien”
- Ahora me podés explicar qué es todo este circo – le digo ya medio caliente
- Mirá loco, a vos te conozco hace años y siempre fuiste mi amigo, siempre nos dijimos las cosas, cara a cara, y por eso te traje aquí: para que nos las digamos de frente y que pase lo que tenga que pasar.
- Pero ¿qué va a pasar? Explicáme porque no entiendo nada.
Con los ojos medios nublados de lágrimas, producto de la bronca o de la tristeza, o quizás de la mezcla de ambas cosas comenzó su relato.
- Hace dos semanas me dijeron que vieron a Gabriela entrando a un hotel alojamiento con otro tipo. Al principio no le creí a esa persona, viste que siempre hay gente mala leche que habla boludeces de envidiosa nomás, pero después la fui pensando. Además, a la Gaby la notaba medio rara, como nerviosa, no se como explicarlo, pero cada día que pasaba estaba más seguro que la Gaby no era la misma y que en algo andaba. Un día no aguanté más y la encaré, así, de una. Le dije todo lo que había visto en ella, lo que me habían contado y que no me podía mentir porque yo me estaba dando cuenta que en algo andaba. Y ¿sabés lo me dijo?
- No – le respondí
- Que sí, que era verdad, que estaba saliendo con un tipo. ¿Podés creer? Ni siquiera intentó negarlo, lo dijo así nomás, como si fuera lo más natural del mundo. Y, como para asegurar la estocada, cuando le pregunté si yo lo conocía me dijo que sí, pero que no me iba a decir quien era. Pero que era un amigo mío y que no tenía que ser muy inteligente como para descubrirlo. Y aquí estamos compañero, te estoy dando la oportunidad de que me digas la verdad, y si nos tenemos que reventar a trompadas en este descampado no haya nadie que nos separe.
Yo la verdad es que me quedé sin palabras, me sorprendió ya la confirmación de Gabriela, porque si bien siempre la vi como una mina muy divertida nunca me imaginé que podría hacer algo así; y la acusación de Francisco me terminó por descolocar, con lo que no encontraba herramientas para defenderme.
Lentamente fueron saliendo palabras de mi boca, y fui intentando que mi amigo entre en razón, por lo menos con respecto a mi. Yo siempre la miré a la Gaby como una amiga, nunca me gustó y, además, yo no era así, siempre fui muy respetuoso con las mujeres de mis amistades, y eso él lo sabía desde siempre. Y si aún no fuera así, mis horarios y los de ella eran totalmente opuestos, no había forma ni momento. Por suerte se convenció de que yo no era el “mal amigo”.
Ya calmados volvimos al coche y emprendimos la vuelta a casa. Pero no me la dejó fácil.
- Está bien Dionisio – me dijo- te creo cuando me decís que no sos vos el que me cagó, y confío en vos y en nuestra amistad. Sin embargo no puedo dejar las cosas así, necesito pedirte algo.
- Lo que sea- le dije.
- Quiero que hables con Gabriela y que me ayudes a saber quien es.
No hay nada peor que meterse en medio de una pareja, yo siempre lo he dicho y siempre lo he sabido, por eso he tratado de huir de este tipo de situaciones. Pero aquí no podía hacer nada: lo tenía a mi amigo con lágrimas en los ojos por la mujer que amaba. ¿Cómo decirle que no lo iba a ayudar? Así que, pese a que no me gustó mucho la idea, le dije que si, y que íbamos a ver qué se podía hacer.
Regresé a casa, todavía nervioso por la situación, me acosté pensando en Francisco y en lo mal que se debe sentir, en lo duro que debe ser convivir día a día con la mujer que te engañó con un amigo y en lo doloroso que debe ser saber que tenés un amigo que no sólo te engañó con tu mujer, sino que nunca tuvo el coraje de decírtelo y encima se sigue disfrazando de amigo.

Su servidor Dionisio.