sábado, 28 de julio de 2007

¿Lo hago o no lo hago?, esa es la cuestión


Hace falta que uno no pueda hacer algo, o diga que no va a hacerlo para que se presenten millones de buenas oportunidades que te tientan a tirar todo. Esto parece ser ley, y al tema ya mencionado con anterioridad (en Irresistible), hay que agregar miles de situaciones.
Recuerdo, por ejemplo, cuando era chico y me pasaba eternas tardes aburrido en casa (porque nenes del ahora, antes no existía la play, y eran pocas las casas que tenían compu), sufría horrores, porque no hay nada más desesperante para un chico que estar aburrido. ¿En que derivaba mi aburrimiento? Si, seguramente muchos adivinaron, en mandarme alguna macana, que por propiedad transitiva, tenía como consecuencia un castigo. ¿Cuál? Fácil, “no salís a jugar con tus amiguitos”. “Es un castigo tonto de cumplir”, decía yo, y levantando la cabeza, con displicencia, y sobrando la situación además agregaba algo así: “mis amiguitos este fin de semana no estarán. Martín se fue a la casa de su abuela, y Carlitos hoy sale a pescar con su pap...” y antes de terminar la frase tocaban a la puerta, y mamá salía con una cosa como: “Es Martín, dice que no se fue a su abuela porque Carlitos los invito a vos y a el a pescar ¿Qué le digo?”. “Y nada mamá ¿que le querés decir?”. Siempre pasaba algo así, o algo similar, que seguro la mayoría de las personas normales (cuando me refiero a los “normales”, lo hago pensando en todo el mundo excepto los nerds que nunca hacen otra cosa que estudiar) alguna vez vivimos. Cuando estudiábamos y nos iba mal durante el año, la oportunidad de recuperar las materias, se dan en épocas de vacaciones. Es ese quizá el peor de los castigos, desfilan miles de amigos invitándote a millones de lugares fantásticos, pero no, el nene se tiene que quedar en casa estudiando.
Esto te termina por pasar toda la vida. Puedes vivir para buscar un pantalón que te quede bien, o una camisa, o un auto que te gustó siempre, y no lo encontrarás nunca. A menos que te gastes la plata y no haya manera de recaudarla nuevamente, seguro que ese día encontrarás lo que buscabas. Los gorditos/as sufren con las dietas, que comienzan después de posponerlas y posponerlas, y hace falta que las inicien para que caiga un amigo/a para invitarlo/a a un cumpleaños donde habrá millones de cosas dulces, y es justo esa noche.
Me tocó por sufrir cada uno de estos males, y muchísimos más, que enumerarlos casi sería tan agobiante como leerlos, dejo la oportunidad de que ustedes mismos recuerden alguna situación similar y se rían solos delante de la compu de lo burlón que es este mundo.
Y a los que comenzaron la dieta, o juraron no ir más a una fiesta, los invito, esta semana decidí hacer la “fiesta del caramelo”.

Su servidor Dionisio

miércoles, 18 de julio de 2007

¿Sos mi amigo o no?


“Seremos amigos para siempre…” ¿cuantas veces habremos pronunciado esa frase? Lo cierto es que la amistad es una de las experiencias más lindas de la vida, pero para muy pocos funciona eso de la amistad por siempre.
Cuando comencé a escribir esta entrada, pensaba como lograr que la gente que la lea entienda mi concepto de amistad. Y no pude encontrar una respuesta, será porque todos tenemos concepciones diferentes del término, y eso a veces torna dificultoso el aprehender otra distinta.
Por eso en esta semana, en la cual se festeja el día del amigo, solo se me ocurrió contar una de tantas experiencias con uno de mis mejores amigos, que por circunstancias de la vida nos alejamos.
Javier, aparte de vecino y socio de fechorías, era mi compañero del colegio. Un día, mientras estaba llegando al cole, lo encuentro en la calle con una sonrisa particularmente extraña, y se me ocurre por preguntarle: “¿Qué te pasa, tuviste una buena noche? ¿Llegó al fin tu príncipe azul? jaja”; me mira y me dice que pensaba contarme pero como era tan aparato, ahora no lo pensaba hacer… algo que no le duró ni 20 minutos, y me contó.
Resulta, que para ese entonces estaba el bum de Internet, y a éste le habían comprado una compu nuevita con acceso a la “nueva tecnología”, mientras, en mi casa lo más nuevo era una licuadora de mamá, que cada vez que queríamos usarla teníamos que sacarle el óxido de las hojas.
En fin, como podía entrar a Internet comenzó a navegar por la Web, y por Chat conoció a una chica que se conectaba una vez por semana o a lo sumo dos. Según el, al principio todo comenzó tranquilo, pero que cada semana se ponía mas caliente la charla y eso lo volvía loco. Yo, primero le pregunte un par de datos como para entrar más en clima: “¿Sabes de donde es? ¿Cómo se llama? ¿Edad?”; él, al fin, me dijo que ella era de nuestra misma ciudad, pero que no tenía idea del nombre, porque usaba nick (que en ese momento no sabía que era, pero me callé para no pasar un papelón) ni de la edad.
Y se me ocurrió preguntarle: “Che bolu ¿Y porque no la convences de verse?, capaz que está buena”, a lo que el me dijo rápido “Tenés razón, hoy creo se conecta, le voy a preguntar”
Al otro día aparece en el colegio loco, desaforado, fuera de sí, lo agarre y le pregunte que le pasaba, y el petiso me respondió: “Me dijo que sí, que sí, y no se que hacer. ¡Que sí! ¿Qué hago? No me animo, no voy a ir. No, no, ni en pedo voy. ¡Mira si es un trava!” Con todo ese chorizo de cosas me imagine sobre que hablaba, y aunque compartía la angustia de mi amigo, con lo último que dijo, no pude aguantarme y comencé a reírme a carcajadas. “¿De que te reís, salame?” me retó, a lo que yo entre risas le dije: “¡Hace como 2 meses que chateas, y recién te preocupas si es un trava! jaja”, se calentó un rato pero después se le pasó y me contó todo.
Resulta que éste maricón, no tuvo el coraje de ir la noche anterior a la casa de la “misteriosa” mujer, pero creyendo que iba a tener más valor quedó para el día siguiente, pasar por un banco de una plaza al medio día (después de clases). “Tenés que ir conmigo, vos me metiste en ésta, no me podés fallar. ¿Sos mi amigo o no?” Me volvió loco toda la mañana, hasta que accedí a ir.
Salimos de clase, yo entre risas y cargadas, trataba de que mi amigo se tranquilice un poco. Cuando llegamos al lugar, le dije que nos quedemos al frente, por si las dudas. Estuvimos como dos horas al rayo del sol, clavados ahí, duros como rulo de estatua, y nunca apareció la ínter nauta. Cuando ya nos hacía ruido la panza, lo abrace y le dije: “Ya está chato, seguro que era un trava y no encontró corpiño”, me miró y me dijo: “Entonces, ¿no habrás sido vos?”, así, entre burlas compartidas, nos fuimos cada uno a su casa.
Mi amigo no volvió a chatear más con la “misteriosa mujer”. ¿Y yo? Yo aprendí que eso de Internet no era tan bueno como parecía, y comencé a quererla un poco más a mi vieja batidora.
La amistad es compartir, por eso, en esta semana, les recomiendo que no se cansen de llamar a sus amigos que, en un momento u otro, compartieron cosas, y si les queda un ratito, compartimos un vaso de cerveza y una rica pizza.

Su servidor Dionisio