sábado, 13 de septiembre de 2008

La máquina del fin del mundo


En el último mes me enteré que en alguna parte del mundo se estaba construyendo, hace como 30 años, una máquina que se llamaba “La maquina de Dios”, pero que ya se había terminado. Cuando lo hice, la verdad, no me importó demasiado. Si hay algo que me importa poco es los mega-avances tecnológicos.
Aún así, y después de taladrarme la cabeza durante las dos últimas semanas, me interioricé sobre el tema.
Resulta que la máquina ésta busca descubrir, lo más aproximadamente posible, cómo se inició el universo. Al parecer, la tan famosa teoría del Big Bang quedó casi caduca, o por lo menos primitiva, pensando que esta máquina trabaja sobre ella pero la profundiza tanto que la deja casi en ridículo.
La historia es que hacen chocar dos láseres con protones (elementos que están en el núcleo de los átomos). Estos protones producen muchísima energía al chocar. Según entiendo, se dividen en otras partículas, y son éstas las que quieren estudiar.
Al parecer, esta energía producida por el choque de estas partículas son idénticas a las producidas en la creación del universo en el Big Bang.
Este tema se puso de moda, y muchos ignorantes, como yo, se han interiorizado en el tema y hasta han opinado.
Cuando todos nos poníamos contentos porque íbamos a saber cómo se inició el universo, un dato fundamental para nuestra vida, se supo que un conjunto de físicos consideraban a esta máquina como una “gravísima amenaza para la humanidad”, ya que continuar con las experiencias cabría la posibilidad de que se produzca un “agujero negro” que tragaría al planeta. Fue entonces cuando salieron todos aquellos seguidores de Nostradamus, que permanecen ocultos, algunas veces hasta años, hasta que sale un tema como este. “Con esta máquina se va a cumplir la profecía y el 1 de octubre será el fin del mundo”, decían.
Allí fue cuando pensé que es lo que yo haría si se terminaría el mundo.
“Tendría un hijo”, pensé primero. Pero después me di cuenta, no tendría tiempo, y si tuviera, ¿Para qué?
Entonces me dije, “vendo todo y me voy lo que me queda de vida de vacaciones”. Pero ¿qué pasaría si vendo todo y resulta que no termina nada, y me quedo varado y sin un peso en algún lugar del mundo?
Por fin me decidí. No iba a hacer nada. Seguiría mi vida como siempre, pagando todos mis impuestos, y si viene el fin del mundo… ya disfruté demasiado de mi vida.
Y, "e lo que ai", diría un buen amigo mío.

Su servidor, Dionisio.