Parece ya una ley. Se puede estar solo todo una vida, deseando a una mujer hermosa (o a varias), pero hace falta que uno, finalmente se resigne, y comience a salir con una chica no tan hermosa, para que no solo la mujer deseada, sino todas las mujeres hermosas se acerquen a uno.
Lo peor, no es solo que se le acerquen, sino que suelen preguntar si uno cambió el peinado, o si te afeitó, y uno está igualito. Es entonces, cuando uno se entera de que esa mujer (u otras) comenta que te pusiste más “varonil” ¿Qué quiere decir eso?
La cosa continua, y seguro, porque siempre está (y mas en estas situaciones), tu amigo, ese del alma, compañero de fracasos, que te llena la cabeza diciendo que dejes la fea y que te agarres la buena; o que solo te agarres la buena, sin dejar la que te dio de comer cuando nadie lo hacía, casi en un gesto de agradecimiento. Pero no, uno todavía, en ese punto, se cree una persona total y plenamente fiel.
Es momento de hacer las cosas bien, y uno sale con su chica (no tan hermosa), a recrearse. Pero tiene que suceder algo, siempre ocurre, aparece ella, “La Ex”. Tu ex, aquella que no estaba ni pasable, pero ahora está que parte la tierra. Porque eso es otro mal de los hombres, o de las mujeres, cuando uno sale con ellas son una más, pero uno las deja y se ponen realmente hermosas; pero esa charla es para otro día.
Llama, insiste en verte para “hablar”, en síntesis, te vuelve loco, y ya no encuentras justificativos ante tu chica, que a estas alturas ya comienza a sospechar. Pero al fin le haces comprender, a tu ex y a tu chica, que lo de ustedes terminó y que ahora estas “feliz”.
Enfermo por toda la situación, más la presión del amigo, y los innumerables “palos” de la chica que tanto gusta, uno cae en la tentación, y la invita a salir. Nada muy comprometido, a tomar un café, un helado, a caminar. En realidad, uno piensa que lo hace para sacarse la idea de que le puede gustar a terrible monumento de mujer; pero para sorpresa de uno ella acepta la invitación.
Al reunirse, parece que está más que bien, viento en popa, y la charla sube la temperatura lentamente. Al fin, sumergido en ese ambiente y ya jugado el todo por el todo, uno la invita a ir a un hotel, convencido de que a ella la sola idea le parecerá desagradable. Sin embargo, ella dice que no suele hacer eso, pero la atracción es incontenible.
Al entrar al hotel, ¿a quién no habría que encontrar? Sí a tu chica, que pasaba, causalmente por ahí con su mamá. Inevitablemente, los ven entrar al hotel.
Adentro, pensando en la chica que, lo miró a uno cuando nadie lo hacía, no disfruta nada, ni siquiera pensando en la ilusión de poder quedarse con la mujer que uno tanto deseaba.
Terminado el asunto, y, para colmo de males, al salir ella lo mira a uno y dice: “No estuviste mal, pero esto quedará entre nosotros y no se repetirá”
Ahora, y como todo comenzó, uno se encuentra solo, triste y sin nadie que lo vuelva a mirar, porque eso que a las mujeres atraía ya no existe más.
Por eso muchachos, hay que ser fiel, pero si alguna vez deciden no serlo y preparan una fiesta loca, ya saben, inviten.
Su servidor Dionisio
Lo peor, no es solo que se le acerquen, sino que suelen preguntar si uno cambió el peinado, o si te afeitó, y uno está igualito. Es entonces, cuando uno se entera de que esa mujer (u otras) comenta que te pusiste más “varonil” ¿Qué quiere decir eso?
La cosa continua, y seguro, porque siempre está (y mas en estas situaciones), tu amigo, ese del alma, compañero de fracasos, que te llena la cabeza diciendo que dejes la fea y que te agarres la buena; o que solo te agarres la buena, sin dejar la que te dio de comer cuando nadie lo hacía, casi en un gesto de agradecimiento. Pero no, uno todavía, en ese punto, se cree una persona total y plenamente fiel.
Es momento de hacer las cosas bien, y uno sale con su chica (no tan hermosa), a recrearse. Pero tiene que suceder algo, siempre ocurre, aparece ella, “La Ex”. Tu ex, aquella que no estaba ni pasable, pero ahora está que parte la tierra. Porque eso es otro mal de los hombres, o de las mujeres, cuando uno sale con ellas son una más, pero uno las deja y se ponen realmente hermosas; pero esa charla es para otro día.
Llama, insiste en verte para “hablar”, en síntesis, te vuelve loco, y ya no encuentras justificativos ante tu chica, que a estas alturas ya comienza a sospechar. Pero al fin le haces comprender, a tu ex y a tu chica, que lo de ustedes terminó y que ahora estas “feliz”.
Enfermo por toda la situación, más la presión del amigo, y los innumerables “palos” de la chica que tanto gusta, uno cae en la tentación, y la invita a salir. Nada muy comprometido, a tomar un café, un helado, a caminar. En realidad, uno piensa que lo hace para sacarse la idea de que le puede gustar a terrible monumento de mujer; pero para sorpresa de uno ella acepta la invitación.
Al reunirse, parece que está más que bien, viento en popa, y la charla sube la temperatura lentamente. Al fin, sumergido en ese ambiente y ya jugado el todo por el todo, uno la invita a ir a un hotel, convencido de que a ella la sola idea le parecerá desagradable. Sin embargo, ella dice que no suele hacer eso, pero la atracción es incontenible.
Al entrar al hotel, ¿a quién no habría que encontrar? Sí a tu chica, que pasaba, causalmente por ahí con su mamá. Inevitablemente, los ven entrar al hotel.
Adentro, pensando en la chica que, lo miró a uno cuando nadie lo hacía, no disfruta nada, ni siquiera pensando en la ilusión de poder quedarse con la mujer que uno tanto deseaba.
Terminado el asunto, y, para colmo de males, al salir ella lo mira a uno y dice: “No estuviste mal, pero esto quedará entre nosotros y no se repetirá”
Ahora, y como todo comenzó, uno se encuentra solo, triste y sin nadie que lo vuelva a mirar, porque eso que a las mujeres atraía ya no existe más.
Por eso muchachos, hay que ser fiel, pero si alguna vez deciden no serlo y preparan una fiesta loca, ya saben, inviten.
Su servidor Dionisio
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