jueves, 17 de abril de 2008

Principio de Aprendizaje, y superación de Obstáculos

Aprender de un caracol

Al día siguiente de haber llegado de mi viaje, y todavía con quince días de vacaciones por delante, me senté en la mesa del comedor con la idea fija. Estaba decidido, tenía que reponerme y salir adelante de alguna manera, como siempre lo había hecho.
Con muchas cosas en la cabeza, buenas y malas, buscaba y buscaba, para encontrar algo que me ayude. Fue entonces, que encontré algo, una cosa que me enseñaron de chico.
Nunca fui muy buen estudiante, no por capacidad, sino por revoltoso, siempre había algo más entretenido para hacer. “Falta de concentración en clase, y a la hora del desarrollo de las actividades académicas”, era lo que siempre decían mis maestros y profesores. Todo aquello, derivó en que, cuando pasé de la primaria a la secundaria, en el primer año, me quedé de curso.
Pocas veces me sentí tan mal. Recuerdo hasta hoy, como llegué llorando a casa. Mi madre, con muy poca delicadeza me dijo de todo, me grito, y hasta amagó con pegarme, por suerte, en ese momento llegó mi papá para calmarla.
Mi viejo, era un tipo calmado, muy centrado y justo, y tenía algo que eternamente le envidiaré, siempre encontraba la mejor manera de decir las cosas y de resolver los problemas.
Cuando llegó ese día, yo estaba muy nervioso, y con los ojos llenos de lagrimas. Me llevó a mi pieza, con un cuaderno y una lapicera, me llevó una mesa y una silla, y dijo: “Sentáte ahí. Escribí en ese cuaderno tu problema más grande, cuando termines escribí otro, y otro hasta que no tengas más problemas que escribir”.
Al principio me pareció bastante tonto el jueguito. “Pero por lo menos me tranquiliza”, me decía yo mismo.
Cuando al fin terminé, llamé a papá. El, se sentó conmigo y dijo: “Cada uno es dueño de su destino, y somos libres de elegir cualquier camino que nos lleve hacia nuestro objetivo final, como puede ser comprarte una casa, o terminar la secundaria. Y en cada camino, nos encontraremos con problemas e impedimentos, obstáculos que muchas veces nos harán desagradable el trayecto. Sin embargo, estos nos pueden ayudar, aunque no lo parezcan en un primer momento. No es fácil darse cuenta, pero lo más importante de encontrar una dificultad, no es la manera de resolverla, sino, entender que la mayoría de ellas se pueden evitar, y que ello solo depende de nosotros”.
Me quedé callado un segundo, casi sin comprender del todo, hasta que le pregunte “¿cómo se hace?”.
“Fácil –me dijo-, el primer paso es reconocer nuestra responsabilidad en el problema, y a partir de allí, es todo más sencillo aún. Lo siguiente es descubrir en que se falló, y que se podría haber hecho para evitarlo. Y por último, hay que comprometerse a no repetir los mismos errores”
Allí, finalmente entendí lo que me quería decir.
Antes de irse, papá me miró y, tocándome la cabeza, dijo: “A todo esto se lo suele conocer como maduración y experiencia. Confío, en que esto que te pasó hoy, te sirva para aprender, y que no vuelvas a cometer los mismos errores”.
Al recordar todo esto, me di cuenta que hacía un tiempo que venía cometiendo muchos errores, y que desoyendo los sabios consejos de mi padre, no aprendía de ellos.
“Es momento de cambiar”, me dije, mientras me levantaba presto a modificar algunos aspectos de mi vida.
En ese momento, en que había resuelto gran parte de lo que me preocupaba, en una lucha filosófica y anecdótica a la vez, el sonido del teléfono me regresó a la tierra.
Fui hasta el aparato, y al contestar escuché:
“Hola, ¿Dionisio? ¿Dónde estuviste? Te estuve llamando días enteros, soy Sofía”.

1 comentario:

Juan Pablo C dijo...

Bueno el posteo, pero convengamos que alguien que llama "Dionisio" a su hijo, jamás puede ser un buen padre...
Y como parece que se acostumbra a escribir también al autor, qué puedo decir... Lo unico que se me ocurre es algo que aprendí hace un tiempo. Y dice que si de un error pudiste aprender para no volverlo a cometer, entonces no hay que tomarlo como error sino como una experiencia necesaria para avanzar. Nada más.

Sr de Lobito

(jua!)