Bueno señores, tengo mucho para contar, tanto que no se por donde comenzar. Lo primero que quiero decir, es que me fui de vacaciones, por eso no escribí durante enero. Les pido disculpas por no haber avisado, y espero continúen frecuentando mi espacio virtual.
Lo siguiente, tiene que ver con lo que realicé en éstas, mis vacaciones. Hace rato que no me tomaba unas buenas y disfrutadas vacaciones, decidí por ello, descansar un mes completito. Los primeros quince días, pensé en ir de visita, a mis familiares y amigos que viven en otras provincias, ciudades y pueblos.
Para esto, imaginé dos alternativas: Irme de “mochilero”, haciendo dedo; o hacer la clásica, tomarme los correspondientes colectivos y llegar en tiempo y forma a cada lugar (medio aburrido y de viejo verde).
Decidí la primera opción. Me senté en la mesa redonda que tengo en el comedor, acerqué la lámpara, con papel y lapicera, puse como título: “Mi viaje de mochilero”; y comencé a hacer una lista para mi mochila: Una carpa, uno nunca sabe si hay que dormir en una casa, un camping, o en la ruta; una bolsa de dormir, porque no voy a dormir en el piso así, me va a hacer frío; un par de latas para comer de camino; abrelatas; campera; un libro, para leer algo de camino, no mejor dos porque seguro termino el primero rápido; una radio chiquita a pilas, para escuchar algo, porque la soledad de la ruta es medio triste; ¿y si llueve? una capita con un paraguas; también me dio un poco de miedo, y como no me animo a llevar una pistola, ni tengo tampoco, me decido por un cuchillo medio grandote; Ah y de camino hay un lago bárbaro donde dicen que se pesca bien, así que mejor que lleve una caña… ¡Epa! Tengo demasiadas cosas, y ni siquiera puse la muda de ropa para el viaje, o para cuando llegue, porque quiero salir y no voy a andar con lo mismo. Nada que ver, ¿Qué va a decir mis familiares y amigos? Seguro que dirían: “¡El sucio ese!”.
¿Cómo hago para meter todo lo que necesito en la mochila? ¿Y si me quiero traer recuerdos? Era demasiado ya, muchas cosas.
Me levanté, tomé un poco de agua, y me volví a sentar. Arranque esa hoja, la hice un bollito, y escribí como título de la nueva hoja: “Cosas necesarias para mi viaje en COLECTIVO”.
Me resigné a que ya no estoy para esos tipos de viajes, ya estoy medio viejón, soy muy quisquilloso, y además… ¡no tengo ni la mochila!
Y dije: “Mejor me aseguro un viaje tranquilo y no me preocupo tanto, total ya fue”.
La próxima vez amigos, les voy a contar que hice de interesante en esos primeros quince días, y tal vez les deje una puntita de los siguientes quince, que fueron los más entretenidos.
Su servidor, Dionisio
Lo siguiente, tiene que ver con lo que realicé en éstas, mis vacaciones. Hace rato que no me tomaba unas buenas y disfrutadas vacaciones, decidí por ello, descansar un mes completito. Los primeros quince días, pensé en ir de visita, a mis familiares y amigos que viven en otras provincias, ciudades y pueblos.
Para esto, imaginé dos alternativas: Irme de “mochilero”, haciendo dedo; o hacer la clásica, tomarme los correspondientes colectivos y llegar en tiempo y forma a cada lugar (medio aburrido y de viejo verde).
Decidí la primera opción. Me senté en la mesa redonda que tengo en el comedor, acerqué la lámpara, con papel y lapicera, puse como título: “Mi viaje de mochilero”; y comencé a hacer una lista para mi mochila: Una carpa, uno nunca sabe si hay que dormir en una casa, un camping, o en la ruta; una bolsa de dormir, porque no voy a dormir en el piso así, me va a hacer frío; un par de latas para comer de camino; abrelatas; campera; un libro, para leer algo de camino, no mejor dos porque seguro termino el primero rápido; una radio chiquita a pilas, para escuchar algo, porque la soledad de la ruta es medio triste; ¿y si llueve? una capita con un paraguas; también me dio un poco de miedo, y como no me animo a llevar una pistola, ni tengo tampoco, me decido por un cuchillo medio grandote; Ah y de camino hay un lago bárbaro donde dicen que se pesca bien, así que mejor que lleve una caña… ¡Epa! Tengo demasiadas cosas, y ni siquiera puse la muda de ropa para el viaje, o para cuando llegue, porque quiero salir y no voy a andar con lo mismo. Nada que ver, ¿Qué va a decir mis familiares y amigos? Seguro que dirían: “¡El sucio ese!”.
¿Cómo hago para meter todo lo que necesito en la mochila? ¿Y si me quiero traer recuerdos? Era demasiado ya, muchas cosas.
Me levanté, tomé un poco de agua, y me volví a sentar. Arranque esa hoja, la hice un bollito, y escribí como título de la nueva hoja: “Cosas necesarias para mi viaje en COLECTIVO”.
Me resigné a que ya no estoy para esos tipos de viajes, ya estoy medio viejón, soy muy quisquilloso, y además… ¡no tengo ni la mochila!
Y dije: “Mejor me aseguro un viaje tranquilo y no me preocupo tanto, total ya fue”.
La próxima vez amigos, les voy a contar que hice de interesante en esos primeros quince días, y tal vez les deje una puntita de los siguientes quince, que fueron los más entretenidos.
Su servidor, Dionisio
2 comentarios:
Tuviste la posibilidad de volverte mochilero por un momento, y no la aprovechaste! Gil, ahora si te vas a poner viejo y no vas a ser mochilero...
Un abrazo Dionisio.
Hubo una época donde se podía recorrer el mundo a dedo. Así fue que llegamos hasta la selva Brasilera y el miedo al secuestro determino nuestro regreso junto con mi amigo de la adolescencia. También pude recorrer Uruguay. Hoy es un recuerdo casi olvidado. Ya no es posible viajar con la facilidad de antes. Provoco mi añoranza.
Un placer la lectura
Daniel O. Requelme
www.danielrequelme.com.ar
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