lunes, 26 de noviembre de 2007

Corazon de Dragon, mentiras de enano


Hoy en casa me tocó el “día del orden a fondo”. Por lo general, una vez por año, casi siempre cuando hay cambio de temporada, elijo un día en el cual doy vuelta la casa viendo que sirve y que no.
Revisando, encontré muchas cosas viejas. Entre ellas, un librito, tipo agendita, que tenía de chico, y que utilizaba, a modo de descargo, de diario personal.
Me senté, como “los indios” (piernas cruzadas), como lo hacía de niño, en el medio de la habitación llena de polvo, y comencé la lectura.
Encontré muchas cosas, algunas que ni recordaba, más adelante iré contando algunas de mis picardías de niño.
Pero hubo un relato que quisiera compartir en este momento. Y para que no pierda la magia y frescura que el mismo relato trae, pensé en transcribirlo textualmente, aún con algunos errores ortográficos que encontré. Aquí les va, espero les guste:

Miércoles 27 de noviembre del ´97
Que vieja insoportable y odiosa la de lengua, como me umillo con la prueva, delante de todos. Resulta, que el otro día nos dio como tarea leer un cuento, uno de un tal Bradburi o algo así. Estuvo todo el día con eso, “acuerdense de leer el cuento. No les doy tarea pero léanlo”. La tarea que nos dictó era la siguiente: Leer el cuento “El Dragón” de Ray Bradbury. La verdad es que nos dio todo el fin de semana para hacerlo, más el lunez, pero justo vinieron a casa unos primos y nos fuimos al zoológico, y el lunes ya tenía un monton de tarea de matematica para hacer. Y no pense que iva a ser tan importante lo del cuento.
Cuando llego el martes no savia nada del cuento, encima tenia lengua en la primera hora, y para rematar no va que yo llego retarde, justo para cuando se hisa la bandera. Mientras estabamos entrando al aula le pregunto a Carlitos, el siempre me salvaba. “Yo tampoco lo leí Dionisio, estoy frito como vos, jeje” me dice el aparato. Por “suerte” agrega: “Solo le pegue una leidita rapida a la primera parte, habla sobre un Dragón que vivía cerca de un pueblo, con ojos de fuego o algo asi”. Y con esas pocas palabras me senté confiado de que si decia algo sencillo como eso la seño no me preguntaría nada más. De todas maneras, cuando entró la maestra, me pico la pancita, sabiendo que me estava jugando.
Después de tomar asistencia, la seño se levantó de su silla y nos preguntó a todos si habiamos leido el cuento. “¡Si señorita!” respondimos cantando. “¿Vos lo leiste Carlitos?” le pregunto a mi compañero de banco, mira si será malbada. Cuando Carlitos le dijo que sí, yo pensé que no había forma de que me pida a mi el cuento, osea, tenía toda el aula.
“Bueno, entonces si vos lo leiste Carlitos, entonces que pase Dionisio al frente y nos lo cuente a todos” Dijo… Yo ahí me quise matar, parecía que se había enpeñado en nosotros. Y pase.
“Voy a ser buena, solo te voy a pedir que nos hagas un resumen cortito del cuento” me dijo.
Bueno, para mi me es facil inventar cosas, asi que dije lo que me dijo Carlitos, lo del dragon del pueblo y los ojos rojos como fuego, y agregue un poquito de que el dragon era muy grande y asustaba al pueblo con sus rugidos.
La maestra se paró al frente mio, me dio la espalda, y le hizo un gesto a mis compañeros, después Carlitos me dijo que fue como ese que se usa para callar, y me dijo: “Bien Dionisio ahora en el texto, al dragon lo describen muy bien, vos dibujalo lo mas parecido posible, si te sale parecido te pongo una buena nota”.
Yo agarre una tisa del pizzaron y le dibuje un dragoncito comun, como el que uno ve en la tele, en las películas de los caballeros, esos. Cuando termine el dibujo, todos mis compañeros se comenzaron a reir y se burlaban de mi dragon.
“Anda a sentarte Dionisio, y cuando te diga que leas algo hacelo. Y Leelo hasta el final no seas vago” me reto la maestra.
“¿Porque se rien?” me dijo Carlitos, totalmente ignorante como yo de lo que pasaba.
Tuve que esperar hasta el recreo, y mientras todos jugaban a la pelota, me sente en el patio a leer el dichoso cuento.
“La vieja de lengua se una hija de pepe” dije cuando termine de leerlo.
No se que decir, me dio bronca, pero ya se que con la vieja esa voy a tener que hacer toda la tarea. Chau

Para el que no leyó el cuento no les voy a decir aquí de que es, ni que forma tiene el dragón. Le recomiendo leerlo y que ustedes lo descubran solos. "Lean hasta el final, no sean vagos" diria mi maestra, y, sobre todo, presten atención al desenlace: http://members.fortunecity.com/literatura2/cuentos/otros/dragon.html
Tuve que aprender, a la fuerza de un papelón, que a veces, no es tan malo reconocer que uno no sabe sobre algo.

Su servidor Dionisio

jueves, 15 de noviembre de 2007

La parca llegó al pueblo


Mis primeros años de vida, los disfrute en un pueblito pequeñito, alejado de las grandes ciudades, del ruido y ritmo de las urbes.
Por ser tan chico, cada acontecimiento, por más banal que era, se transformaba en todo un suceso en el pueblito. Existían cosas y hechos que trascendían, más allá de un simple festejo, y quedaban marcados como parte de la historia del pueblo.
Recuerdo como, cuando yo tenía cinco años, casi seis, el pueblo se revolucionó por la muerte de Don Francisco, nuestro almacenero, de 85 años.
El viejo era muy querido por la gente, y a pesar de mi corta edad, hasta yo podía darme cuenta de eso a diario. Los chicos, como yo, lo queríamos porque a diferencia del otro almacenero grande, Don Francisco nos regalaba un caramelo siempre. Aquel, era de una marca rara, no común, nunca más lo vi, ni oí de el. Era de dulce de leche, envuelto en un papel negro con una línea dorada, por solo recordarlo siento deseos de comerlo.
Los hombres del pueblito, iban al almacén y se quedaban horas eternas conversando y discutiendo de fútbol. Y las mujeres mayores, a veces, hasta parecían presumirle al viejo.
No fue extraño, entonces, ver a todo el pueblo peregrinando hacia su casa, cuando salió a la luz la triste noticia de su fallecimiento.
Abuelos, hombres, mujeres y niños fuimos a apoyar a la familia de este buen hombre.
Para mí, fue una experiencia rara, yo nunca había visto un muerto, y en casa casi no se tocaba el tema de la muerte. Yo veía a la muerte, en ese entonces, como algo muy lejano, algo del pasado, o quizás de un futuro muy alejado, y no como algo que podría suceder en el presente.
A la muerte, todavía se la tiene como un tema tabú. Es difícil encontrar personas que hablen con total naturalidad del tema, y sobre todo lo sepan explicar. ¿Se pusieron a pensar que difícil que es explicarla? ¿Cómo harían para clarificarle la idea a un chico de cuatro años, que viene y pregunta qué es la muerte y porqué tiene que pasar?
Entre mi viejo, el mecánico de la zona, preocupado más por el motor oxidado de un chevy que tenía al fondo, que por sentarse a charlar conmigo, y mi mamá que no daba a vasto con las cosas de la casa, nadie se sentaba conmigo a explicarme que pasaba.
Con estas falencias en mi comprensión de lo que estaba ocurriendo, llegamos a la casa de Don Francisco.
Estaba tan lleno que yo pensé que no íbamos a llegar nunca, sin embargo llegamos a entrar. Era una sala grande, que no tenía muchos muebles, había un par de sillones en las esquinas, y unas cuantas sillas. Hasta ahí, lo único que me había llamado la atención fueron las flores y el perfume de éstas, eso hasta que descubrí un cajón grande al fondo de la habitación. Con la curiosidad clásica de un niño, avance un par de pasos. “Epa, ¿adonde vas?” me dijo mi papá, mientras me agarró la mano. Al ver frustrada mi intensión, me obsesione con la idea de ver lo que había dentro del cajón, ya que todos se acercaban, veían y se retiraban llorando.
En un descuido de mis padres, corrí en dirección al cajón. Cuando llegué, lo vi a Don Francisco, parecía dormido, pero sumergido en un sueño especial, sus facciones transmitían tranquilidad, la misma que transmitió durante toda su vida. No recuerdo muy bien que sentí en ese momento, solo que, por curiosidad tal vez, intenté tocarlo. Cuando estaba por hacerlo, me agarró la mano mi papá, me pegó un tirón y me dijo: “aquí no se puede jugar” y me sacó de la casa.
Aquella experiencia la recordé por varios días, a mamá, la volví loca por un mes casi. ¿Dónde fue Don Francisco? ¿No va a volver? ¿Ahora que no estaba, quién iba a atender el almacén? ¿Me seguirán dando caramelos?
“La muerte es irse a otro mundo. Un mundo donde uno está mejor, y donde no se regresa”, así me lo explicó en aquel momento mi mamá, y seguramente, cuando me toque explicárselo a algunos de mis hijos, le diré algo parecido.
En aquel entonces, sentimos la ausencia de Don Francisco, y nos costó retomar la cotidiana rutina. Sin embargo, como pasa siempre, hasta en los pueblos pequeñitos, continuamos hasta que logramos acostumbrarnos a un nuevo ritmo, a un nuevo almacenero, o a una nueva ciudad, como mi caso. Ese aprendizaje, que se obtiene al cicatrizarse una herida, permite un crecimiento que, tal vez, de otra manera no se lograría.
La muerte es, desde ese punto, una posibilidad de aprendizaje y maduración, de aceptación y crecimiento, para todos aquellos que nos quedamos en este mundo. Y la vida, la vida es muy corta, por lo tanto hay que aprender a disfrutar de ella lo máximo posible.
Su servidor, Dionisio