sábado, 27 de octubre de 2007

Historia de Verano


La otra noche, recostado, entre el sofá y una silla, y viendo un poco de televisión, me suena el teléfono. “Hola, ¿como estas?” me dispara. A lo que, rápido de reflejo, respondí: “Bien, por suerte, pero ¿con quién tengo el gusto y “piacere”?. “¿Cómo? ¿ya no te acordás de mí? Soy Vivi”, me lanzó. En ese momento, y por un instante me quedé totalmente en blanco y sin reacción, por suerte, retome el hilo de la conversación, y haciendo un poco de esfuerzo la recordé…
A Vivi la conocí en unas de mis vacaciones en la costa. Yo había ido a visitar a unos parientes que tengo allí cerca, y el mismo día que llegué, la vi. Estaba sentada conversando con mi primo Gabriel.
Delgada, pero no tanto, ese día traía puesto uno de esos mini shorts –después descubriría que no le gusta mucho usarlos- que revelaban sus largas y perfectas piernas, de cabello cobrizo, y con unas pocas ondas, necesarias como para dejar traslucir su hermosa sonrisa en el momento justo. Sin duda, me enamoró desde el primer momento.
Mi primo, se dio cuenta al instante. No tuvo problema, me la presento, y ahí nomás, entre charla y charla, propuso reunirnos a la noche, con otros amigos.
Como a ella la había visto de antes, y porque me gustaba muchísimo también, hable toda la noche solo con ella, y por suerte hubo onda desde el primer día.
Vivi, era una chica muy simpática, con mucha capacidad de diálogo, y sobre todo, muy divertida, le gustaba mucho su hogar, y sobre todo el mar. Yo me sentía muy bien con ella, y no tenía que hacer mucho esfuerzo para estar con ella y divertirme.
El resultado fue, que dos días mas tarde, ya estábamos hechos unos novios enamorados. Para mi era un sueño, me gustaba realmente, y nos llevábamos muy bien.
Esos días que me quedé con mis tíos, los pasábamos juntos, todo el día teníamos algo que hacer, fueron las mejores vacaciones de mi vida. Pero, como todo lo bueno de este mundo, se terminó.
El último día, nos prometimos seguir escribiéndonos, llamarnos y hacer todo lo posible por no perder el contacto.
Duró realmente muy poco esto, lo de la distancia es algo que, tarde o temprano, desgasta cualquier relación. A mi me resultaba muy difícil, y me imagino que a ella también.
No se llegó a charlar sobre nuestra “ruptura”, simplemente nos dejamos de llamar, nos dejamos de escribir, en síntesis, nos dejamos.
Pasaron ocho años desde la última carta, no supe nada de nada, hasta hoy...
“Vivi!!! Mi amor!!! ¿Como estas?” le respondí, con una mezcla de alegría y nostalgia.
“Bien, te llamé porque el otro día lo encontré a tu primo y me hizo prometer que lo iba a hacer. Y la verdad es que quería saber de vos” me dijo.
- Yo estoy bien.- dije- Vivo donde siempre, aunque ahora solo, mi compañero se casó y me abandonó. Así que no tengo quien me rete por mi desorden.
- Yo también, lo hice. Hace dos años que estoy casada con alguien de aquí- me contaba, y mientras lo hacía yo veía diluirse mi esperanza de volver a verla, por lo menos como mi Vivi- El es Licenciado en Oceanografía, y en cierta forma trabajamos juntos, yo me termine por recibir de bióloga marina. Por suerte, soy muy feliz.
Charlamos un buen rato, me contó de algunos de sus estudios e investigaciones, de sus sueños y de que piensa en algún momento ser madre. Mientras que yo, hable muy poco en realidad, solo quería escucharla, aquella voz en el teléfono, me recordaba tantas cosas y tantos momentos lindos. Ella intentó sacarme cosas, yo trataba de contar poquito y nada, por un lado para seguir escuchándola, y por el otro para reservar algo para que, alguna otra vez, pueda volver a hablar con ella.
Me dejó su teléfono, y lo escribí en la heladera. Quedamos en llamarnos nuevamente, para conversar otra vez, y me invitó, para alguna vacación, ir a su casa, donde podría conocer a su esposo y el maravilloso trabajo que hacen juntos.
La vida, a veces, es poco primorosa, y cuando puede nos deja, tan solo, sentir el aroma, y no saborear de los mejores postres.
Paso todos los días por la heladera, la miro, agarro el teléfono, y vuelvo a mi sofá, a ver televisión y esperar que me llame otra vez, porque yo no tengo el valor para hacerlo.
Las historias de amor de verano tienen eso, son solo de verano…
Los saluda.

Su servidor, Dionisio

viernes, 12 de octubre de 2007

Yo y mi bicho... una relación dialéctica


Todos tenemos algún bichito. Aunque la primera oración se puede entender de varias maneras, a la que me voy a referir hoy, tiene que ver ese no se que, o “bichito”, como lo llamo yo, que sentimos cuando tenemos muchas ganas de hacer algo que no esta bien. Y es ahí cuando comenzamos a cuestionar ¿que está bien realmente? Es entonces cuando este “bichito” aparece y nos termina por aguar nuestras intensiones.
Para dejar más claro, voy a poner un ejemplo. El otro día salí, como todos los martes a la noche, a correr por el parque. Pero esta vez ya estaba cansado antes de salir, sin embargo, para no romper mi sana rutina, me aventuré a ir. Ya estaba por terminar de dar mis clásicas vueltitas, cuando unos chicos me silban y, al mismo tiempo, me gritan: “Eh! ¿No querés jugar? Nos falta uno”, en ese momento me saltó el bichito y pensé: “Mmm… ¡Que lindo jugarse un fulbito! Aparte siempre es bueno”, por otro lado, pensé por mi cuenta: “estoy muuuuy cansado, no me conviene”, por eso agarré y les dije: “¿Para donde juego?” Le hice caso al bichito endemoniado.
Termine el partidito y me fui a casa, fusilado como estaba. Así, llegue gateando al ascensor. “No funciona” me dice el portero, y con una sonrisa burlona agrega: “vas a tener que usar las escaleras” Me invadió unas ganas irrefrenables de pegarle, nada muy loco, aunque sea un chirlito, digo, como para hacerme respetar no; pero otra vez el bichito que me salta y me dice: “no esta bien eso, pobre tipo”.
En fin…Por cada escalón que subía, maldecía el momento en que decidí mudarme del segundo piso al catorce. ¿Hace falta que le diga consejo de quien fue?
En cuatro patas llegué a la puerta de mi casa, abrí como pude la puerta y entre. Ya adentro solo pensaba en irme a dormir, y otra vez el bicho metido: “no te vas a acostar así, estas todo sucio. ¡Anda y bañate!” Y como un gil agarre mis cosas como pude, y para no estar parado mientras me duchaba, llene la bañera. Me metí al agua, y tan cansado estaba, que me dormí ahí nomás. Me desperté dos horas más tarde, con un dolor en la espalda y en la nuca terrible… Anduve todo el día adolorido, y todo por no dejarme llevar por mis impulsos y deseos, por hacer caso de los consejos de ese bichito del demonio.
Por eso compañeros y amigos, no le hagan caso a su bicho, les aconsejo que sigan sus instintos y sean felices.

Su servidor, Dionisio

Anexo: Si esto lo lee algún psiquiatra; que no se asuste, ni quiera venir a casa para internarme… Por favor no le haga caso a su bichito!!!