jueves, 24 de mayo de 2007

Viejos son los trapos


Siempre va a saltar alguno que dirá “a mi eso no me pasa”, pero estoy seguro que a la mayoría de los humanos nos sucede, y es a esa mayoría a la que me dirijo. Vieron que difícil es tirar a la basura esa prenda que, por diferentes motivos, tanto apreciamos. Estoy hablando de aquella que tiene más de “mil batallas”, aquel calzoncillo que usabas solo para “ocasiones especiales” y hoy usas para jugar al fútbol porque tiene más agujeros que tela, o aquella bombachita rosa que usabas para ir a fiestas o a los exámenes, y hoy con suerte la usas para dormir o limpiar tu casa porque si existiera la micromicromicromini tanga ella entraría sin duda en el catalogo si no fuera que ya no le queda ni color que la defina.
Se los digo, porque a mi también me pasa, tengo un montón de calzoncillos y medias agujereadas por todos lados, que ya me sobran los partidos de fútbol al mes para usarlos.
Os dejo entonces amiguitos, para que ustedes decidan por sí solos que hacer con sus trapitos: tirarlos, usarlos para limpiar los muebles o inventar algún otro uso místico y oculto.
Por mi parte, los voy a atesorar como bellezas únicas, porque cada uno de ellos son un recuerdo distinto, y uno no suele tirar los recuerdos… ¿o si?
Aguanten los trapos viejos
Hasta la próxima…

Su servidor Dionisio

martes, 8 de mayo de 2007

Festejar


¿Se preguntaron para qué son las fiestas? Seguramente que no, ¿para qué te vas a preguntar eso?
En fin…El tema es que hay miles, más bien millones, de fiestas semanales en todo el mundo, y las hay de todo tipo desde las más simples y humildes, hasta las excéntricas y glamorosas, desde las más aburridas hasta las más osadas y perversas (las que me gusta participar, aunque no desestimo ninguna).
Pero… ¿para qué sirve? ¿Para qué haces una fiesta? Seguro, que no para que te desordenen y te ensucien toda la casa (que estuviste ordenando porque venían a la fiesta); no creo que te agrade demasiado sacar amigotes ebrios y colocarlos en un taxi como si fueran bolsas de papas, para luego regresar y descubrir que te vomitaron la campera que justo te regalaron ese día, que obviamente estaba sobre el sofá que hoy trajiste luego de que te lo retapizaran; me parece medio raro que te guste que ese amigo de tu amigo, que vino porque justo de casualidad lo visito cuando salía para tu casa, encare a la chica que vos querías, y lo peor, que se vayan juntos, y vos como un gíl que los despedís diciendo: “Vuelvan pronto, me encanta que hayan venido, y que bueno que se van juntos” Mentira!!!! Si al flaco lo querrías matar!
Sin embargo, y a pesar de que al otro día, todo el mundo reniega de lo que pasó la noche anterior, la gente se empeña en seguir haciendo fiestas.
Yo en cambio, decidí no más fiestas, en casa, las últimas dos rebalsaron el vaso: la primera, vino tanta gente que faltaba bebidas y me querían linchar; en la segunda, más cauto, invite poca gente, pero como la bola de la primera se corrió me quedé soplando las velitas solo y con cajones de bebidas que no pudieron ser devueltas.
Así que amigos, si a pesar de lo dicho, siguen con intenciones de una buena “festichola”, compren mucho alcohol, y como siempre les digo, no dejen de invitar.

Su servidor Dionisio