No se porque, pero cuando estoy triste entiendo las estupideces que hago en la vida. Mientras retornaba a casa, en uno de los tres colectivos que debía tomarme, recordé una charla que tuve con un tío cuando era niño.
En ella, mi tío me explicaba un poco en broma y un poco en serio, que las mejores cosas de la vida no se buscan, simplemente se encuentran. Quizás allí estuvo mi error con Sofía, presionar la situación, tratar de provocarla.
Sentado allí, mirando el árido desierto desde la ventanilla, la escasa vegetación pareció trasmitirme su tranquilidad, su pasividad. Al mismo tiempo, pensaba en que la herida seguía abierta, tal vez tendría que pasar un tiempo aún mayor para que cicatrice del todo. Pero sabía, que no se borraría, y que de ella debía aprender.
En este corto viajecito pude disfrutar de muchas cosas, de reencontrarme con gente querida, que no veía hace años, conocer a una persona maravillosa, llegar a enamorarme de ella, y hasta ver como el corazón se me hacía trizas por no sentirme correspondido. Pero fue en el asiento de un colectivo donde realmente descubrí que debía cambiar, que había cosas que no me permiten disfrutar plenamente de lo que hago.
En el viaje de vuelta a casa no comí ni dormí nada, me la pase pensando y pensando. Llegaba a donde debía hacer transbordo, bajaba de un colectivo y subía al otro, para volver a pensar. Así transcurrió mi viaje, hora tras hora igual. Y aunque suene auto flagelante me ayudó mucho.
Cuando al fin llegué a casa, con mucha tranquilidad, acomodé las cosas del viaje, preparé algo de comer, vi algo de televisión, y me quedé dormido en el sofá.
En ella, mi tío me explicaba un poco en broma y un poco en serio, que las mejores cosas de la vida no se buscan, simplemente se encuentran. Quizás allí estuvo mi error con Sofía, presionar la situación, tratar de provocarla.
Sentado allí, mirando el árido desierto desde la ventanilla, la escasa vegetación pareció trasmitirme su tranquilidad, su pasividad. Al mismo tiempo, pensaba en que la herida seguía abierta, tal vez tendría que pasar un tiempo aún mayor para que cicatrice del todo. Pero sabía, que no se borraría, y que de ella debía aprender.
En este corto viajecito pude disfrutar de muchas cosas, de reencontrarme con gente querida, que no veía hace años, conocer a una persona maravillosa, llegar a enamorarme de ella, y hasta ver como el corazón se me hacía trizas por no sentirme correspondido. Pero fue en el asiento de un colectivo donde realmente descubrí que debía cambiar, que había cosas que no me permiten disfrutar plenamente de lo que hago.
En el viaje de vuelta a casa no comí ni dormí nada, me la pase pensando y pensando. Llegaba a donde debía hacer transbordo, bajaba de un colectivo y subía al otro, para volver a pensar. Así transcurrió mi viaje, hora tras hora igual. Y aunque suene auto flagelante me ayudó mucho.
Cuando al fin llegué a casa, con mucha tranquilidad, acomodé las cosas del viaje, preparé algo de comer, vi algo de televisión, y me quedé dormido en el sofá.
Su Servidor, Dionisio