Luego de haber decidido irme lo más seguro posible, me dije a mi mismo: “Más vale que por lo menos te la pases de jolgorio en jolgorio”.
Por ello, idee juntarme con mis amigos, tomarme unos buenos vinos con mis tíos, y no dejar un momento para la tranquilidad, quería joda, joda y más joda; y cuando me canse iba a descansar con más joda.
Allá fui, seguro de que me iba para remembrar la adolescencia, y aunque no fue como yo lo pensé, en cierta manera se cumplió.
La idea era ir al pueblito de donde nací, pero antes, pasar por una ciudad media chica, que quedaba de camino, en donde haría escala en casa de unos amigos.
Cuando llegué me estaban esperando, lo que en realidad me sorprendió mucho, ya que si bien les había avisado cuando saldría, en ningún momento le di un horario.
Lo salude a Gabriel primero, ya que estaba con Andrea, su señora, y a Rubén después. Fue un momento fuerte, ya que no los veía desde el colegio, ellos, al igual que yo, habían emigrado hacia nuevos rumbos, buscando algo más que lo que teníamos en nuestros hogares. Y pese a la distancia, siempre nos mantuvimos en contacto.
En cuanto pude les pregunte sobre cómo supieron el horario de llegada, y me contaron, entre risas y cargadas, que hacia poco había hablado mi tan querida y “apañadora” Tía Marta, avisando, y recomendando que vayan a buscar al “nene”.
Llegué a la casa de Gabriel, ya que Rubén vivía con su hermana y yo no quería molestar. Me dieron la pieza que pronto sería del bebé. Andrea, llevaba ya seis meses y medio.
Al verla ahí, con la panza tan grandota, y a mi amigo a su lado, sentí una sensación medio rara. Una mezcla de nostalgia y alegría a la vez. Era el mismo Gabriel, aquel que estuvo conmigo en tantas aventuras con mujeres, el que hoy era un marido ejemplar y un futuro padre de familia. No se como explicarlo, pero seguramente todo aquel que alguna vez le paso algo similar me entenderá.
Me acosté, y sin querer se me pasó la hora. Me despertó Andrea, con un grito de: “¡Arriba che, que quiero presentarte a alguien!”
Cuando baje, estaba ella parada frente a la mesa del comedor…
“Ella se llama Sofía”, dijo Andrea.
Me quedé sin palabras, no supe que decir, era muy linda. Era tan solo un poco más baja que yo, no mucho, pelo castaño claro (aunque me parece que es teñido), ojos color miel, y tenía una figura realmente atractiva. Tanto, que cuando caí en cuenta en lo baboso que me veía, y quise saludarla, en vez de decir “mucho gusto”, me mande un “¡mucho busto!”.
Ella, se dio cuenta al instante de mi “error”, y por ser como es, burlándose dijo: “Gracias, pero no es para tanto, tengo solo 95”.
Mi amigo, no tardó en meter la cuchara y dijo: “jaja Qué manera más rara de presentarse”.
Pasado el papelón, nos sentamos a charlar. Gabriel, dijo que quería presentarnos porque Sofía iba a viajar al mismo pueblito que yo, justo al otro día, ya que tenía una amiga allí que había sido madre hace poco y quería visitarla. Uno, a veces no sabe porque se dan las cosas, por suerte o por quien sabe que, las cosas se dan.
Yo entusiasmado, le prometí estar en todos los detalles, y le hice prometer que ante cualquier cosa no dude en consultarla conmigo.
Esa noche, cenamos todos juntos en una parrillada: Rubén con su hermana Analía, Gabriel con Andrea y su panza, mi Sofía (porque ya era mía), y yo.
Al otro día, salimos a la mañana temprano. Les agradecí la cordialidad a mis amigos, y por supuesto que agradecí la compañía que me habían conseguido.
Durante el viaje, no pare ni un instante de observarla, de admirarla, de pensar y pensar. Ella me hablaba y me hablaba, y a pesar de que estaba embobado, yo trataba de prestar el máximo de atención posible, ya que todo de ella me interesaba.
Cuando al fin llegamos, tenía la seguridad de que me gustaba, y me gustaba en serio, y no quería dejarla pasar. La acompañe hasta lo de su amiga, y me despedí con un simple “adiós”. Me di media vuelta, y cuando había caminado un par de pasos, y me insultaba solo por ser tan cobarde, ella dijo: “¿Salimos hoy? Quiero conocer como es la noche en tu pueblito”; tan solo eso logró que vuelva el alma al cuerpo del tipo, y con la cara llena de risa acepté.
Bueno, para que no se cansen la próxima les cuento como sigue, pido paciencia a los impacientes, pero les adelanto que este viaje me cambio la vida.
Su servido Dionisio.
Por ello, idee juntarme con mis amigos, tomarme unos buenos vinos con mis tíos, y no dejar un momento para la tranquilidad, quería joda, joda y más joda; y cuando me canse iba a descansar con más joda.
Allá fui, seguro de que me iba para remembrar la adolescencia, y aunque no fue como yo lo pensé, en cierta manera se cumplió.
La idea era ir al pueblito de donde nací, pero antes, pasar por una ciudad media chica, que quedaba de camino, en donde haría escala en casa de unos amigos.
Cuando llegué me estaban esperando, lo que en realidad me sorprendió mucho, ya que si bien les había avisado cuando saldría, en ningún momento le di un horario.
Lo salude a Gabriel primero, ya que estaba con Andrea, su señora, y a Rubén después. Fue un momento fuerte, ya que no los veía desde el colegio, ellos, al igual que yo, habían emigrado hacia nuevos rumbos, buscando algo más que lo que teníamos en nuestros hogares. Y pese a la distancia, siempre nos mantuvimos en contacto.
En cuanto pude les pregunte sobre cómo supieron el horario de llegada, y me contaron, entre risas y cargadas, que hacia poco había hablado mi tan querida y “apañadora” Tía Marta, avisando, y recomendando que vayan a buscar al “nene”.
Llegué a la casa de Gabriel, ya que Rubén vivía con su hermana y yo no quería molestar. Me dieron la pieza que pronto sería del bebé. Andrea, llevaba ya seis meses y medio.
Al verla ahí, con la panza tan grandota, y a mi amigo a su lado, sentí una sensación medio rara. Una mezcla de nostalgia y alegría a la vez. Era el mismo Gabriel, aquel que estuvo conmigo en tantas aventuras con mujeres, el que hoy era un marido ejemplar y un futuro padre de familia. No se como explicarlo, pero seguramente todo aquel que alguna vez le paso algo similar me entenderá.
Me acosté, y sin querer se me pasó la hora. Me despertó Andrea, con un grito de: “¡Arriba che, que quiero presentarte a alguien!”
Cuando baje, estaba ella parada frente a la mesa del comedor…
“Ella se llama Sofía”, dijo Andrea.
Me quedé sin palabras, no supe que decir, era muy linda. Era tan solo un poco más baja que yo, no mucho, pelo castaño claro (aunque me parece que es teñido), ojos color miel, y tenía una figura realmente atractiva. Tanto, que cuando caí en cuenta en lo baboso que me veía, y quise saludarla, en vez de decir “mucho gusto”, me mande un “¡mucho busto!”.
Ella, se dio cuenta al instante de mi “error”, y por ser como es, burlándose dijo: “Gracias, pero no es para tanto, tengo solo 95”.
Mi amigo, no tardó en meter la cuchara y dijo: “jaja Qué manera más rara de presentarse”.
Pasado el papelón, nos sentamos a charlar. Gabriel, dijo que quería presentarnos porque Sofía iba a viajar al mismo pueblito que yo, justo al otro día, ya que tenía una amiga allí que había sido madre hace poco y quería visitarla. Uno, a veces no sabe porque se dan las cosas, por suerte o por quien sabe que, las cosas se dan.
Yo entusiasmado, le prometí estar en todos los detalles, y le hice prometer que ante cualquier cosa no dude en consultarla conmigo.
Esa noche, cenamos todos juntos en una parrillada: Rubén con su hermana Analía, Gabriel con Andrea y su panza, mi Sofía (porque ya era mía), y yo.
Al otro día, salimos a la mañana temprano. Les agradecí la cordialidad a mis amigos, y por supuesto que agradecí la compañía que me habían conseguido.
Durante el viaje, no pare ni un instante de observarla, de admirarla, de pensar y pensar. Ella me hablaba y me hablaba, y a pesar de que estaba embobado, yo trataba de prestar el máximo de atención posible, ya que todo de ella me interesaba.
Cuando al fin llegamos, tenía la seguridad de que me gustaba, y me gustaba en serio, y no quería dejarla pasar. La acompañe hasta lo de su amiga, y me despedí con un simple “adiós”. Me di media vuelta, y cuando había caminado un par de pasos, y me insultaba solo por ser tan cobarde, ella dijo: “¿Salimos hoy? Quiero conocer como es la noche en tu pueblito”; tan solo eso logró que vuelva el alma al cuerpo del tipo, y con la cara llena de risa acepté.
Bueno, para que no se cansen la próxima les cuento como sigue, pido paciencia a los impacientes, pero les adelanto que este viaje me cambio la vida.
Su servido Dionisio.